Otro ángel vino entonces y se paró ante el altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos, sobre el altar de oro que estaba delante del trono. Apocalipsis 8:3.

Cuando nos damos cuenta de nuestra condición pecaminosa en contraste con la santidad de Dios, y de la necesidad de que Dios acabe de una vez por todas con este mundo de maldad y dolor, tomarnos conciencia de que jamás podríamos estar en pie delante de Dios y en su Juicio Final por nuestros propios méritos, por nuestra propia supuesta bondad, perfección de carácter o buenas obras. Nada humano es suficiente para alcanzar un estado de santidad tal que se asemeje a la perfecta bondad de Dios. Por eso solo los méritos de Cristo, de su vida justa, santa y pulcra, y de su muerte vicaria, mediante la cual llevó la culpabilidad y la condenación de nuestros pecados en la cruz pueden hacernos aparecer delante del juicio justo de Dios como justificados y salvos. De allí que, en la profecía que estamos considerando, al ángel que se paró frente al altar con un incensario de oro, se le dio “mucho incienso para añadirlo a las oraciones de todos los santos” (vers. 3).

Nuestro Salvador está intercediendo por nosotros en el cielo por causa de nuestra condición pecaminosa y de nuestros pecados para asegurarse de que todos los hombres de buena voluntad que tengan sincero arrepentimiento por sus pecados y deseen ser personas buenas, aun cuando muchas veces los traiciona su naturaleza pecaminosa, puedan estar en paz con Dios, perdonados, aceptados, justificados, cubiertos con su sangre. No dejes de echar mano hoy de la sangre de Cristo que cubre tus defectos y pecaminosidad, arrepintiéndote de corazón por tus caídas y procurando el bien con la ayuda del Espíritu Santo.

Hoy mismo necesitas vivir en comunión con tu Salvador para vivir la vida cristiana y hacer frente a las pruebas propias de este planeta en rebelión. Ora intensamente a Dios sabiendo que junto con tus oraciones asciende al trono de Dios la intercesión de tu Salvador, Jesús. Aprende refugiarte hoy en su misericordia y su justicia, y cuando llegue crisis final no le será extraño saber depender de Dios y confiar en él.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El Tesoro Escondido”
Por: Pablo Claverie






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