Reflexiones para tí.

Los Cananeos

Pero los de la tribu de Manasés no pudieron expulsar a los de Betseán y de Tanac con sus respectivas aldeas, ni tampoco a los habitantes de Dor, Ibleam y Meguido con sus respectivas aldeas, porque los cananeos estaban decididos a permanecer en esa tierra. Jueces 1:27.

El pueblo de Israel tenía la capacidad de vencer a cuantos reyes aparecieran delante de ellos. Pero el primer capítulo del libro de los Jueces es una larga lista de pueblos no vencidos (de gente que Dios había señalado para alejarlos de la Tierra Prometida), pero que se quedaron a vivir. Los que tenían que ser expulsados, se transformaron en los vecinos.

¿Qué fue lo que pasó? El pueblo de Israel ya no atacaba con la vehemencia y la convicción que deberían haber tenido. Se habían acostumbrado a la presen­cia de sus enemigos muy cerca de ellos. Tan cerca que entregaban a sus hijos para que se casaran con los hijos de sus enemigos. Compartían los campos de pastoreo con sus enemigos. Convivían con sus enemigos.

El siglo XXI no es tan diferente. Cambia al pueblo de Israel por tu nombre y el mío. cambia a los enemigos por nuestros pecados, y estaremos exactamente en la misma situación. Lo que debería causarnos repugnancia y rechazo, aquello que deberíamos odiar y alejar de nuestras vidas, se transforma, poco a poco, paso a paso, en nuestro vecino, amigo, familiar. No es un cambio de visión ins­tantánea ni de un momento para el otro. Pero dejamos la guerra para mañana; comenzaremos a preocuparnos por esta cuestión apenas termine con este otro asunto… El rostro que nos debería asustar es cada vez más familiar, más normal a nuestro lado. No nos causa ninguna reacción negativa. Convivimos con el pecado de la misma manera que el antiguo Israel convivía con los cananeos.

Las consecuencias son las mismas. Ellos adoraron a los baales de sus “nuevos amigos”. Nosotros corremos detrás del pecado, lo practicamos en cada situación que podemos. Nos sentimos cómodos viviendo rodeados por los enemigos. Nos sentimos tranquilos teniendo en el jardín de nuestras casas a aquellos que nos van a destruir. Nos sentimos seguros saludando cada mañana a aquellos que nos quieren matar. Piensa en tu pecado, aquel que ocupa un rincón especial de tu vida, y pide a Dios fuerza para erradicarlo de tu vida. No es fácil, pero es absolutamente necesario que lo hagas ya. Mañana puede ser demasiado tarde.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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