Reflexiones para tí.

El amor eterno de Dios

Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. Jeremías 31:3.

El libro de Jeremías, como prácticamente todos los libros proféticos, presenta mensajes de amonestación de parte de Dios, para que su pueblo se aparte de la rebelión, se arrepienta y se vuelva a él en procura de perdón, restauración y paz. Y estos mensajes duros, de juicio y advertencia, están bellísimamente mezclados con profecías de restauración, en las que Dios promete que su pueblo no tendrá que sufrir para siempre.

En medio de este clima, Dios nos dice que su amor es invariable, imperturbable, y que es un amor eterno. El Dios eterno, que siempre ha existido, que no tiene un origen, sino que siempre ha estado allí, sin un principio, gracias a su sabiduría infinita manifestada en su presciencia (capacidad de ver el futuro real, no un mero pronóstico), te conoce desde la eternidad. Siempre conoció tus luces: tus virtudes, tus bellezas; pero también tus sombras: tus miserias morales, tus claudicaciones; como también siempre conoció tus dolores, tus tristezas y tus angustias. Y te amó, con todo esto, desde la eternidad pasada; y su amor por ti durará por toda la eternidad futura. Nunca dejará de amarte, aun en el caso hipotético de que te pierdas. El suyo es un amor eterno, no condicional como el de los seres humanos. Y, precisamente por eso, nos dice nuestro texto, Dios te prolonga su misericordia todo lo que haga falta; todo el tiempo que sea necesario para darte una y otra oportunidad; todas las que necesites para ser salvo, a pesar de tus caídas, de tu posible abandono de Dios, de tus posibles fracasos morales y espirituales, de tus posibles períodos de desaliento y depresión, en los que quieres rendirte, cuando te parece que ya no hay más esperanza para ti.

Confía hoy en el amor de tu Padre celestial. No busques en ti, en tus posibles méritos, la seguridad de tu salvación; ni te desalientes al contemplar cuánto te falta para llegar a la norma ideal que Dios ha fijado para ti. Que tu mente y tu corazón se concentren en Dios; en lo que él es, en cuánto te ama, y en todo lo que hizo y está dispuesto a hacer por ti, si se lo permites.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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