Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Mateo 7:24, 25.

Dedicaremos este mes a tratar uno de los temas más hermosos de la Revelación, y más importantes, porque nos toca de cerca a todos, en lo cotidiano y urgente: el hogar.

El texto de reflexión para hoy tiene una aplicación muy especial a la “casa” de cada uno de nosotros, entendida esta no en sentido edilicio sino como nuestro hogar, nuestras familias. Es inevitable que contra nuestra casa, o familia, desciendan lluvias de dificultades, vengan ríos de problemas, soplen vientos de dolor, tentaciones al mal y crisis que golpeen con ímpetu contra ella, y que amenacen con derribarla.

Sin embargo, Jesús nos dice que, no importa cuán fieras sean las tempestades, con cuánta fuerza golpeen contra nuestro hogar, si está fundado sobre la Roca en vez de sobre la endeble arena, no caerá, sino que se mantendrá en pie, sostenido por la gracia de Dios.

Pero, para eso, Jesús nos dice que no es en forma mágica o mística como Dios sostiene a nuestra familia. El secreto de su permanencia está en edificar sobre la Roca, que es Jesús nuestro Salvador y su gracia sostenedora e inspiradora. Y, específicamente, Jesús nos aclara aquí que esa Roca es su voluntad moral revelada, sus palabras, particularmente las enunciadas en el Sermón del Monte. Y, más precisamente, no el conocimiento teórico de estas palabras, sino la obediencia, armonía o acatamiento a ellas. Es decir, el seguir al pie de la letra, con convicción y de manera voluntaria y alegre las indicaciones de Jesús.

Tengo la convicción de que si en una pareja, o en una familia, todos tienen como ideal y meta en la vida, como vocación personal, vivir de acuerdo con las palabras de Jesús como la mayor aspiración, ninguna relación conyugal o familiar tiene por qué fracasar si, en vez de anteponer la voluntad y los deseos propios, posee este principio rector superior de la conducta y se vive para hacer la voluntad de Dios.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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